Cuando este año se pronostica una temporada ciclónica activa para el área del Caribe, estamos por concluir una de las etapas de mayor actividad de estos fenómenos meteorológicos.
Recordemos los efectos causados en Cuba por el paso de organismos tropicales como Michelle (noviembre del 2001), Charley e Iván (agosto y septiembre del 2004), Dennis en julio del 2005, Gustav y el Ike (Agosto y septiembre de 2008); todos estos huracanes de gran intensidad.
Mucho se ha analizado de los motivos que provocan la aparición de estos fenómenos, aunque muchos coinciden en que el número y la fortaleza de los ciclones tropicales alternan en ciclos de alta y baja frecuencia que pueden prolongarse durante varias décadas. Teniendo en cuenta lo anterior se puede entonces considerar que esta es una de las más activas, al menos para el área del Caribe.
Creo que cada vez son menos los que dudan del posible vínculo entre el incremento y la frecuencia de estos sistemas, con el calentamiento global. Tengamos en consideración que el aumento de la temperatura de la superficie del mar es un factor importante para el surgimiento de tales fenómenos.
Pensemos que hoy, son muchas las áreas de la Tierra donde se han desarrollado fenómenos similares a los de nuestro océano, incluso, zonas donde históricamente esto no sucedía.
Aquí cabe entonces volverse a preguntar lo que tanto especialistas del ramo, como habitantes de esta zona del Planeta, constantemente tratamos de respondernos. ¿Qué sucederá cada año, a medida que avance el tiempo, cuando continúen los efectos del cambio climático? ¿Qué repercusiones tendrán las transformaciones medioambientales en la futura formación de estos fenómenos?
Esas y muchas otras interrogantes preocupan a muchos hombres… Respuestas certeras, no las hay. Pero de lo que sí estamos seguros es de que si el hombre no detiene la invasión a Nuestra Gran Casa, La Casa de Todos; menor será el tiempo para que se comiencen a ver los catastróficos resultados, que a la vez, no hay dudas: serán más severos.
¿Qué son estos fenómenos meteorológicos?
Son sistemas de vientos, nubes de tormenta y lluvias que giran alrededor de un centro de bajas presiones en sentido contrario a las manecillas del reloj en el hemisferio norte.
Los ciclones tropicales se clasifican de acuerdo a la velocidad de sus vientos máximos sostenidos promediados en un minuto. De ahí que se denomine depresión tropical, los de vientos inferiores a 63 kilómetros por hora; tormenta tropical, los que tienen vientos entre 63 y117 km/h; y huracán, cuando estos superan los 118 km/h.
El área de influencia puede ser extensa; o sea, es capaz de alcanzar un diámetro de hasta 800 kilómetros o más. Esa es la razón por la que no se pueden ceñir al punto señalado por el centro en el mapa.
Estos fenómenos reciben nombre una vez que alcanzan la fase de tormenta tropical. Cuando llegan a la categoría de huracanes, entonces estos se designan también en categorías: nombradas entre I y V (que es la mayor hasta el momento) en la llamada escala Saffir-Simpson.
Así son de categoría 1 aquellos cuyos vientos máximos sostenidos oscilan entre 118 y 153 km/h; categoría 2, de 154 a 177; categoría 3, entre 178 y 209; categoría 4, de 210 a 250; y categoría 5, si sobrepasan los 250 km/h.
No solo la clasificación en categorías es determinante para predecir los efectos que puede ocasionar un sistema en una región; también la velocidad de traslación, el área de influencia y los totales de lluvia que produzcan son factores elementales.
Aunque no somos la zona más activa del Planeta, estamos entre lo lugares de mayor posibilidades de formación de estos. La cuenca del Atlántico tropical, conformada también por el Golfo de México y el mar Caribe, es junto a la zona del océano Pacífico frente a las costas de México y Centroamérica, en el noroeste de ese propio océano (la más activa del mundo), y la región norte y suroeste del océano Índico, los lugares de más desarrollo de la actividad ciclónica.
Aunque el promedio de vida de un ciclón tropical oscila entre los 7 y 10 días, hay algunos con notable longevidad. Tal fue el caso de Ginger, que en 1971 alcanzó las cuatro semanas.
El efecto de la fricción del viento sobre la superficie terrestre y la falta de la energía que les brinda el mar , son algunas de las razones que provocan que cuando estos fenómenos entren a tierra pierdan fuerza con cierta rapidez, lo que se incrementa si transitan por zonas montañosas que los debilitan aún más.
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