Versa un viejo refrán “Haz bien y no mires a quien”. Ahí tenemos al poderoso y recalcitrante estado de Israel solicitando ayuda. ¿Quién lo diría? ¿Querrán los demás acudir a apagar el incendio?
Los cubanos somos de los que pensamos que no se le debe desear mal a nadie, menos a un pueblo que no tiene culpas de las decisiones de quienes lo gobiernan. Pero ¿les servirá esto para comprender por qué no debe dañar a los demás?
Esta es otra muestra que los efectos medioambientales no miran dónde van a suceder, a cualquiera le toca. Y ahora fue a Israel. Ya han perdido 41 vidas, y aún no está dicha la última palabra, hasta que la última llama quede apagada no se podrán calcular los daños humanos, económicos y sociales que este fuego pudo causar.
¿Y la devastación boscosa? ¿Hasta dónde llegará la magnitud de esta ? Bueno, quizás algo positivo saquen de esta amarga experiencia. Tal vez las tensas relaciones con sus vecinos puedan disminuir.
Dicen que de todas las malas cosas se pueden sacar buenas experiencias, a lo mejor este es otro de esos casos.
Pero lo que sí es real, es que otra vez queda demostrado es que el pueblo será el que cargará con la peor de las consecuencias.
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