Elízabeth, mi preciosa nieta |
Cuando casi se llega al quinto decenio de vida y ya hay sucesos que se convierten en viejos, también hay sentimientos que no se pierden sino que cambian de estilo.
Todavía el amor por la pareja que te acompaña desde hace mucho más que la mitad de la vida y que ya conoce de ti los defectos y virtudes- incluso los pequeños antojos y caprichos- hace vibrar el corazón de cuando en cuando y enciende risas a veces y lágrimas otras, pero nuevos amores van apareciendo en el camino y sobrepasan la intensidad del que antaño fuera el más importante.
A veces pienso que la naturaleza es inteligente solo hasta un límite, nos da la posibilidad de disfrutar libremente, sin preocupaciones de la infancia, la dolescencia y la juventud. Ya la adultez es otra cosa, sobre todo cuando te das cuanta que has madurado espiritualmente y que esa familia que escogiste y planificaste va creciendo.
Los hijos llegan como un regalo del matrimonio para consolidar las bases de una relación de pareja, !qué hermosos e imprescindibles son! Sin embargo nunca había pensado siquiera en cuánto pueden significar los nietos, que muchas veces llegan cuando nustros cuerpos se empiezan a sentir cansados.
Así me ha sucedido, y creo que como yo otros que disfrutan del nuevo regalo del mundo también lo crean.
Otras razones para sentirme feliz, para reenovar el amor, para revitalizar las fuerzas, se atraviesan en el camino de la vida.
Este 14 de febreo en mí, ha llegado con nuevos bríos, donde tengo ya que compartir mi amor con más personas, pero a pesar de los años y del cansancio, no se agota, creo que aparece más amor para repartir. ¿Y qué más podríamos pedir para sentirnos plenos y dichoso? ¿Np coincide conmigo?
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