miércoles, 21 de abril de 2010

Con el humo hasta el cielo

Hace dos años conocí a un colega mexicano mientras asistíamos a un curso de postgrado en La Habana. Muchos fueron los temas que conversamos durante aquellos días; y aunque unos me eran familiares en la experiencia personal, otros me resultaron casi insólitos.

La situación ambiental de Ciudad México fue uno de los intercambios más asombrosos para mí. Saber que la emisión de gases de las grandes industrias, unida a la combustión de los automóviles que en infinito número circulan por las calles, impiden ver la aurora o el ocaso del Sol en muchas ocasiones, resultó algo insólito.

A pesar de que esta hermana nación latina está entre los países del llamado Tercer Mundo, el consumismo económico y las grandes negociaciones son causantes directos de los daños que provocamos a nuestro Planeta hoy.

Esa es la verdadera situación de los países de mayores economías. No podemos negar que el desarrollo engendra nuevas y mejores comodidades para el hombre… o mejor dicho, para algunos hombres.

A veces, rectifico, casi siempre tenemos que poner en una balanza qué es lo mejor: si resulta ventajoso aplicar, crear, innovar (como se le quiera decir) algún nuevo producto, una marca de auto o un equipo electrodoméstico  -aunque ello represente el desgaste y la destrucción de nuestra Madre Natura, esa que nos dio la vida- sólo para complacer, acomodar y satisfacer caprichos o inquietudes.

¡Claro! No hay quien se detenga a pensar que aunque hoy no lo sentimos, que aunque directamente no nos atañe a los que habitamos hoy el Planeta, mañana nuestros descendientes sí recibirán el fruto de cada uno de nuestros malos pasos.

Eso es sin tocar la tecla que nos dice que la soga siempre se rompe por el lugar más débil. A esas personas que disfrutan el pedacito que les ha tocado vivir sobre la tierra, y que tratan de hacerlo lo mejor posible (que aclaro no es criticable querer vivir mejor), en la mayoría de los casos no les importa si para ello tienen que perjudicar a sus semejantes, a esos que viven en otras zonas del orbe y que tienen que prescindir de lo que ellos consumen desmedidamente.

 ¿Nos sucederá como a los dinosaurios? Eso me preocupa, ¡por supuesto que podríamos extinguirnos como ellos!, pero con una diferencia, esta especie no estaba consciente de los daños que le rodeaban y que le causarían la desaparición…, pero nosotros los hombres, sí; porque no solo nos vamos a liquidar… No, no creo que sea, desaparición, más bien la llamaría autodestrucción lenta y masiva.

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